Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 18 de septiembre de 2017.
Se acabó la diversión y ahora empieza lo bueno. Atrás quedan esos meses tan esperados año tras año. Meses de asuetos y de solazes varios. Es hora de regresar, tiempo de volver. Cosa curiosa ésta de volver. Algunos no volvemos porque no nos hemos ido y otros, sin embargo, no están de vuelta porque se nos han ido. Y eso que, en general y hasta con un punto de aburrimiento, podemos decir que estamos de vuelta, en todos los sentidos. Lo estamos de casi todo, y digo de casi todo porque en este mundo nuestro en el que todo es cada vez más previsible a veces la vida nos sorprende ingratamente y nos priva del placer de tener a todos los nuestros de vuelta. Nos dejó Santiago, el de Elena, haciéndonos tristes las fiestas. Nos dejó Koldo, el cineasta que andará por ahí montando un cine forum entre las nubes, y hace apenas unos días nos dejó Fernando, así, de repente, casi sin avisar. Nos dejó todo un reguero de recuerdos dedicados, para unos con el balón, para otros con las cartas, para todos con la categórica sencillez de la gente buena, capaz de alternar belenes con risas y atenciones con sonrisas. Estas son mis ausencias, ausencias que ocupan poco o nada en la prensa pero mucho en el corazón de quien las lamenta. Cada cual tiene las suyas. Y no es malo dedicarles un cachito de nuestra memoria cuando volvemos a la rutina. Dedicárselo a esas ausencias nuestras, a las cercanas, a las que duelen de verdad, sin periodistas compungidos buscando testimonios tópicos, ni altares improvisados repletos de velas y mensajes estereotipados. A las ausencias de esa gente cuya vida no nos tienen que contar, porque era parte de la nuestra. Y una vez vueltos, y envueltos en todo esto que no deja de ser nuestra vida aunque ya no sea la suya, a coger impulso y a volver por donde solíamos, cada uno con lo suyo y yo con mi pergamino, domingo a domingo.
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