Publicado en Diario de Noticias de Álava el domingo 18 de febrero de 2018
A veces las cosas no salen como suponíamos, y entonces buscamos excusas y culpables desde el convencimiento de que son siempre otros los que lo han hecho mal. Nunca nosotros. Este empeño en negar lo innegable hace que, en ocasiones, al oír esas explicaciones uno se acuerde del chiste aquel del conductor que circula por la autopista mientras oye en la radio que avisan de que un coche que circula en sentido contrario y exclama entre sudores aquello de ¿Cómo uno? ¡Todos!
Esta semana he oído a los responsables de cierto medio de trasporte quejarse de la imprudencia y falta de atención de los usuarios del resto de medios de trasporte implicados en accidentes contra el suyo. Y es que claro, estando todo bien hecho por su parte, sólo esa falta de atención, esos tics y esas imprudencias de los demás pueden explicar tanto choque, y siempre culpa del otro, por supuesto. Además, el hecho de que muchos de estos encontronazos se produzcan en un tramo en el que el asunto transita por una amplia avenida, no sólo sigue sin decirles nada acerca de alguna responsabilidad propia, sino que les reafirma en lo desatinado de los agonías que decían que el problema estaba en las calles estrechas donde, ya ve usted, no hay casi ni incidentes. Nada dicen los sabios sobre el hecho curioso de que muchos de estos percances ocurren en un tramo de ancha avenida, sí, pero en el que el asunto circula por el lateral y no por el centro. En otras grandes avenidas circula por el centro y los problemas no son tantos, entre otras cosas, porque hay menos intersecciones. Pero aquí ponemos un rosario de cruces y al final pues a veces nos cruzamos a la vez y ¡zas! Y es que es curioso que cuantas más ocasiones pongas para que haya accidentes más accidentes haya. Eso sí, culpa de los otros, que aquí los que saben marcan el sentido aunque sean los únicos en seguirlo.
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