Publicado en Diario de noticias de Álava el miércoles 2 de enero de 2019
Se prodigan en estas fechas de forma impredecible las predicciones. Viene de lejos la cosa y con muchas variantes en función del soporte para su lectura. Ya no sacrificamos ocas o bueyes para leer sus entrañas, está mal visto y además mancha las manos. Habrá quien esté por hacer otros sacrificios, pero ni son fechas ni es por leer. El café es tan fino y limpio que ya no deja posos que escrutar. Las manos ya no las damos ni para vernos las líneas, no sea que nos cojan también los brazos y los tengamos que dar a torcer. Así que quitando de aquí y de allá sólo nos van quedando los números.
Los números los carga el diablo y los disparan los expertos en numerología. Hay quien lo hace con bola de cristal y gorro de hacer magia y quien lo hace en plan académico con el power point detrás. Lo mismo da la estadística, que la prospectiva, que la simple y tan querida predicción. La numerología es una ciencia que da para todo, además de para dejar en mal lugar a los de letras. Lo que si es cierto y de cumplimiento obligatorio es que los números dan para todo menos para llegar a fin de mes.
Y es curioso, porque bajo su apariencia de exactos los números son flexibles y maleables, y esto último porque más que dúctiles, generalmente, y en función de su uso o incluso de su abuso, buenos no son.
Pero que le vamos a hacer, ahí andamos con las terminaciones de la lotería y los fines de año. Que si este año acaba en nueve y va a ser bueno y el décimo como acaba en cinco también, y luego ni el nueve es tan distinto del ocho ni el cinco hace mucho más que rimar.
Yo no creo mucho en los números, y en cuestión de años todavía menos. Y es que por poner un ejemplo, el año en que vivimos es un invento mal inventado, porque si de los años que hace que nació Jesucristo hablamos, vamos mal, Jesusito nació alrededor de ocho años antes de Cristo, ¡Toma ya!
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