Inutilidad

Publicado en Diario de Noticias de álava el miércoles 30 de enero de 2019

Las palabras son como la materia, ni se crean ni se destruyen, sólo se trasforman. La realidad que describen persiste por más que nos empeñemos en cambiar el color del cristal con el que la miramos. Las palabras se trasforman por moda, por confundir la modernidad con el anglicismo, o por el “neomoralismo” éste que nos invade. Una cruzada empeñada en cambiar unas por otras que se nos está convirtiendo en algo patológico. Es como si pensásemos que el mundo sigue siendo el paraíso aquel de antes de la manzana, y para escondernos de la realidad hacemos como los niños: taparnos los ojos. Parece que vamos a arreglar los problemas a golpe de diccionario, y quizás parte del problema es considerar como tal lo que a veces es simplemente realidad. Presos de prejuicios arcaicos cambiamos unas que describen y se entienden por otras que presuntamente ni dañan ni ofenden, pero que ni son tan concisas ni su desuso modifica en absoluto lo que describen. No voy a poner ejemplos para no meterme en jardines, que hay mucho susceptible. Pero por todo esto es un motivo de esperanza, y hasta de estudio para una nueva “arqueología de las palabras”, ver cómo algunas, pocas, permanecen vivas y resisten imperturbables hasta en las páginas del BOE. Son útiles, como por ejemplo “inutilidad”, que resulta de gran utilidad para definir la situación de alguien que no es útil. No es una inutilidad universal, aunque pueda serlo absoluta, pero en el contexto de la vida laboral describe con precisión la realidad a la que alude. ¡A ver cuánto nos dura! Porque ¡oh desgracia! Lo mismo con estas líneas levanto la liebre y viene algún timorato a solucionar tamaño dislate y esta útil palabra es declarada inútil y sustituida por un neologismo de estos de muchas sílabas y hasta varias palabras. Las letras cotizan a la baja y da lo mismo tener que usar muchas, una lástima.

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