Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 6 de marzo de 2019
Sería ya media mañana cuando salió de la oficina y se fue al bar de enfrente. Tenían buena música y encima gratis, porque como todo el mundo sabe, la SGAE no cobra a los bares, y hasta el Spotify tiene una tarifa gratis total especial para hostelería. Notó un algo en la boca. Cogió un palillo. Gratis, claro. En los comercios de suministros se los regalan al bar cuando hacen un pedido, como antes el perejil. Cuando acabó cogió una servilleta de esas de propaganda de la casa “Gracias por su visita” que les regalan a los dueños de los bares. Echó mano al periódico, otra suerte más. Las editoras se los dejan gratis, no como a los particulares, que los pagan en el quiosco. Miró la hora a la que era el partido en el canal ese de pago. Bueno de pago para el que lo tiene en casa, en el bar eso no cuesta dinero, se lo regalan las plataformas. Le llegó por fin el turno. Había tomado ya dos cafés y era pronto para un blanco, así que se pidió un vaso de agua, gratis por supuesto. Todo el mundo sabe que el ayuntamiento no cobra el agua a los bares, y que la cámara de comercio subvenciona la parte proporcional de detergente y abrillantador que los bares dedican a fregar los vasos de agua que ponen. El hielo también les sale gratis, no como cuando vas tú a comprarlo a una gasolinera, y la electricidad pues también, subvencionada, que lo importante es reducir el consumo de plástico de las botellas de agua. Mientras el camarero dedicaba una parte de su jornada a recoger y fregar los restos del agua volvió a su oficina. Trabajaba en un banco. Había un cliente esperando para hacer un ingreso. No tenía cuenta. Le informó de la comisión que tamaña operación suponía y el cliente se enfadó. Hay gente para todo, pensó él, y le dijo con cierto aire de superioridad: A ver caballero, ¿usted qué se cree? ¿Que vivimos del aire? Nada es gratis, nada.
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