Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 10 de abril de 2019
Allá por el 2001 corrí mi segunda Korrika. Noche cerrada. Todo feliz atravesé lekuko en mano el pueblo donde vivía. Cantos, aplausos, y gente. Se acabó el pueblo y se fue la luz y la gente. Ahí íbamos, tras la furgoneta con sus luces y Fermín Muguruza dándole duro al Big Beñat, un par de héroes de esos que corren kilómetros y kilómetros y un servidor. En medio de la oscuridad entregué el lekuko. Siguieron todos llevándose con ellos las luces y a Muguruza. Y allí me quedé de pronto solo, con las piernas reventadas y en medio de una carretera rural y desierta. No se veía ni a jurar. A cuatro patas tuve que volver hasta que vi lejanas las luces del pueblo y me pude levantar.
Las cosas cambian, pero los kilómetros siguen igual. Muchos corredores en las capitales y tan grandes como escasos voluntarios en las zonas rurales. Eso sí, este año en nuestra Araba igual se apunta alguno más que en otras ocasiones. De hecho lo mismo algún despistado, al ver tanta gente corriendo y a los municipales detrás, se piensa que son designados para la mesa electoral tratando de escapar de la citación, que anda que no está habiendo carreras y juegos del escondite a cuenta de lo de las mesas. ¡Con lo fácil que sería activar primero un sistema de voluntariado (pagado, no como otros) antes de tocar la moral a la ciudadanía en pie de puente, que luego nos quejamos de que la tropa aborrece la política!
Pero volviendo a la Korrika, ya uno se ve un poco viejuno para eso de correr. Por eso son de agradecer esas iniciativas que se organizan en muchos puntos de Araba y que permiten sumarse al asunto de forma más lúdica y menos cansada. En lo que a mi me toca, hoy tocará Más de lo Mismo, en el Iria, aquí en Adurtza – San Kristobal. Allá iré, y si Johnny no se empeña, trataré de no volver a casa a cuatro patas, como aquella noche de principios de milenio.
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