Publicado en Diario de noticias de Álava el Miércoles 1 de mayo de 2019
De mis tiempos de estudiante recuerdo la crítica de cine que cierto profesor nos citaba como la más demoledora que había leído: “Ayer se estrenó en tal cine de tal ciudad la película tal. ¿Por qué?” No va a ser hoy el caso. Hoy se estrena la película Vitoria 3 de Marzo, y es una buena ocasión para ir al cine. Por encima de evocaciones, denuncias, desagravios y demás emociones, lo que van a ver quienes se pongan frente a la pantalla es, como diría Aute, cine, cine, cine. Tuve en su día la ocasión de constatarlo en la presentación que la productora nos regaló en los cines Florida. Cierta prevención tenía, no he de negarlo. A veces en este tipo de películas pesa más el mensaje que la forma de narrarlo, y si algo tiene el cine es su capacidad de hablarnos sin tratarnos como a bobos. No hace falta decir lo que se puede ver. Es mejor que la vida fluya como más o menos vino a ser y dejar que tengamos una idea cabal de la Historia con mayúsculas de la mano de historias que pasan a personas que viven. Quien vaya hoy al cine no va a ver un documental, que lo verá en momentos, ni asistirá a un mitin, aunque al encender las luces tendrá la sensación de haber sido testigo de una injusticia irresuelta. Sentado en la butaca y con la luz a oscuras entrará en vidas que pudieron ser la suya hace unos años. Historias de amores y desamores, historias de poderes y de luchas. Reflejo fiel de unos años que a todos nos dejaron huella, contados con ritmo, con una ambientación espectacular, y con una puesta en escena muy creíble. Y además de ver una historia bien llevada, participará en un acto de homenaje a las víctimas de una lucha de esas en las que se luchaba de verdad, para a veces ganar y a veces perder. No hace falta contar el final, lo recordamos, y esperamos que no lo sea, que la lucha no se acabe y que paguen los que tienen que pagar.
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