Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 26 de junio de 2019
Se dice en el tute que las 40 no j… pero atormentan. A mi la que me está atormentando es la 41, o sea esta, la última del curso un año más. Me viene a la memoria aquella primera que escribí allá por mayo del 2008. Compartí página con un grande, maestro mío que fue aunque él no lo supiera: Javier Ortiz, fácil de encontrar en la red y muy recomendable de leer. Dos páginas antes publicaba otro grande, Petite, todo un honor igualmente. Desde entonces hasta aquí más de 400. Unas peores y otras menos malas, pero siempre tratando de arrancar una sonrisa y de pensar en lo que nos rodea con cierta ironía, sarcasmo o lo que sea, pero pensar. Esto de ser columnista es un oficio, como lo puede ser el de periodista. Y los oficios se aprenden no sólo con la práctica, los maestros también cuentan. Y qué mejor momento, este del inicio del recreo, para recordar a uno de ellos que nos ha dejado esta temporada, Manuel Alcántara. Al igual que Javier, fácil de encontrar y muy recomendable de leer. Y es que, aunque la columna sea un producto perecedero en sí mismo, las de los maestros, que no las mías, se pueden leer con similar agrado ya pasen por ellas los meses o los años. Quien lo dude que busque por ahí una joya que se titula “Mis páginas mejores” y que firma Julio Camba, otro de los grandes. Lo mismo podría decirse de las de Chaves Nogales, o de las de Gaziel, incluso de las de Baroja y García Márquez, que también hay grandes escritores que dejaron su huella en estas páginas “menores”. Son lecturas rápidas, de las que se pueden hacer entre baño y baño o entre cañita y cañita ya sea en el mar, el pantano o la piscina. La cosa es no perder la costumbre de leer, aunque sea algo breve, más que nada para no perder la de pensar y sobre todo la de hacerlo con una sonrisa. Yo por ejemplo he metido en la maleta un libro de Gila. Felices sonrisas.
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