Lunes 15 de julio de 2019, 20:30. Teatro Principal. Benny Golson Quartet, con Benny Golson al saxo tenor, Joan Monné al piano, Igansi González al contrabajo y Jo Krause a la batería. Lleno.
Benny Golson impartió ayer en el Principal una exquisita, emotiva, y hasta tierna Master Class sobre la historia y la esencia del Jazz en el concierto que dio apertura a esta 43 edición del ciclo vitoriano.
La nueva organización ha cogido las riendas con decisión y eligió una manera especial para presentarse: un concierto reservado en exclusiva a los fieles que con sus abonos han sustentado y siguen sustentando la propia existencia del festival durante todos estos años.
El elegido, Benny Golson, una de las leyendas vivas del Jazz, de las pocas que desgraciadamente nos van quedando, no pudo ser mejor elección.
Con su saxo tenor y un solvente trío fue desgranando una selección de sus mejores composiciones alternando sus solos con los de los músicos que habitualmente le acompañan desde hace al menos cuatro o cinco años. Grandes músicos por cierto, con los que, especialmente con el pianista, se hacía patente una complicidad evidente.
Pero si buena fue la música si no mejor, al menos a la altura estuvieron las presentaciones que entre tema y tema hacía el propio Benny. Sentado, con voz pausada, aterciopelada, iba contando como quien cuenta que el domingo pasado fue al campo, la historia y el contexto en que surgieron esas composiciones. La diferencia entre lo de Benny y lo del campo es que en el relato iban surgiendo nombres como Dizzy Gillespie, Miles Davis, Philip Joe Jones, Art Blakey, John Coltrane… y lo hacían además en el contexto de historias humanas. Mostraba con ironía su enfado cuando Davis “le robó” a Joe Jones. O ironizaba con que él, que era hombre de largas historias compuso en 20 minutos un tema para Gillespie y le bastaron sólo dos palabras, Whisper Not. Habló de sus mujeres y de los gestos que usaba para ligar desde el escenario mientras presentaba Along Came Betty, y de sus giras y sus viajes y sus grabaciones, pura vida.
Golson tiene un tocar muy sensible, melódico, suave. Por el principal se oían los soplidos de los que surgían las notas, y era como si el metal tomase forma de pulmon y respirase antes de cantar. Su maestría continuaba cuando dejaba paso a sus acompañantes y con aire distraido pero centrado en la música, disfrutaba del tempo de los temas marcando con su mano los compases importantes.
Si tengo que elegir un tema de los que oí ayer, sin dudarlo, y coincido en esto con varios de los asistentes, ese tema es sin duda I Remember Clifford, cuya costosa composición dedicó a su buen amigo y trompetista Clifford Brown tras su muerte en accidente de tráfico. De poner los pelos de punta de la emoción.
Eso sí para recuperar la vida real tuvo el gesto de explicar el porqué de un gesto que, a decir verdad, a muchos nos extrañó. Al iniciar los temas retiraba el protector de la boquilla y lo metía en la campana del saxo. Como él dijo, mucha gente piensa que esto lo hace por ciertas manías acústicas, buscando un efecto sonoro determinado. “En realidad la cosa es más sencilla, antes de empezar a hacerlo lo dejaba en el piano, en el suelo, junto a la batería, y perdía muchos. Pensé que esta era la mejor forma de no perderlos sin que cambiase el sonido y hasta hoy”.
Tuvo incluso el detalle de, tras una bonita introducción sobre la imaginación en la música, dejar que sus músicos luciesen (en realidad lucieron todo el concierto) interpretando el clásico “All the things you are” y remató con un tema más y otro de regalo, con arranque marcial incluido, dejando al público del Principal con una sonrisa de oreja a oreja. Se mire como se mire, un buen principio, si señor,
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