Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 30 de octubre de 2019
Da gusto encerrarse en casa con la prensa y disfrutar, leyendo sus hojas y viendo sus fotos, del enorme placer, orgullo y satisfacción que da vivir en una ciudad de cine. Ganas dan de armarse de dvds y repantingarse en el sofá para ver nuestras calles y plazas convertidas en escenarios de película; y a nuestros vecinos en protagonistas de historias de amor, de crimen, de pasión y hasta revivir en ellas nuestra historia cercana. No salimos en Juego de Tronos, pero qué más da, por lo demás somos capital mundial y centro de miradas.
Ya luego, lo de salir de casa es otra cosa. Lo mismo da que vayas en coche, en autobús, en bici, de peatón, corriendo o en cabalgata. La impoluta ciudad blanca se transforma en Pesadilla en Green street. De fondo un ruido así como de tambores de guerra inunda el ambiente allá donde vayas. Son los martillos neumáticos que abren zanjas aquí y allá. Más cerca, una tropa de operarios armados con motosierras te hacen sentirte como figurante en La Matanza de Texas. Aquellos buscaban la sangre, estos la savia, pero sonar suenan parecido. Comienzas a andar y te ves de pronto como la protagonista de El Resplandor tratando de salir del laberinto, y eso que hasta hay flechas amarillas para darte pistas o para despistarte, que tampoco está muy claro. Sigues circulando y de pronto tienes la impresión de que estamos preparando la ciudad para rodar la segunda parte de Apocalipsis now, La chaqueta Metálica o las escenas finales de una superproducción de catástrofes al uso. Hay quien dice que lo que estamos rodando es En Busca del Tesoro, y que todo se arreglará cuando lo encuentren, no sé que pensar. El único consuelo es creer a quienes nos dicen que, cuando todo esto acabe, nos quedará una ciudad de cine, pero a veces me planteo que tal como suelen ser las cosas la película que veremos será: Volver a Empezar.
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