Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 13 de noviembre de 2019
Se acabó la diversión. El domingo fiesta y el lunes resacón. Y ya después, con dolor de cabeza, a ver como arreglamos el pan este que hemos hecho un como unas hostias. Nos quedan, eso sí, los recuerdos simpáticos del fiestón. Hasta nevó. A mi me tocó ir a un par de colegios, y es curioso, cada vez me queda menos claro si estoy haciendo la compra en el hiper o determinando el curso de la historia con mi voto. En el primer colegió se había estropeado la máquina de enfundar paraguas. La bolsa te la daban en la mano y era como las de la fruta en el super, fácil de cortar pero imposible de abrir. Atasco. Luego más adelante vas a la urna y es como cuando eliges una caja con tu carro, la tuya es la más lenta. Me pasó dos veces. Y uno se pregunta, ¿esto de poner hasta la “m” en la A y el resto en la B, es así al azar o alguien cuenta los que caemos en cada una? Yo echaba de menos la frase esa de… “Ale, pasen en orden por la caja 6”, pero nada. A esperar paciente. Los chavales de la mesa entregados a la caligrafía y a la regla. Alguno había que no había escrito con el bic tantas letras en su vida. El que tenía detrás, joven él, se preguntaba: ¿y no se puede votar con el móvil? Tenían que hacer una app. En un corrillo comentaban el outfit (lo que toda la vida se ha llamado las pintas) de los apoderados, que no sé bien para que les ponen txartela si se les cala a la legua, vamos, que cantan más que un secreta en un after. Las escaleras de mi colegio patinaban con el agua. Buena elección del material para una ciudad como Vitoria, y las abrían un ratito cuando se atascaba mucho la rampa, o sea, cada poco. Ni un bocadillo, ni una galleta. ¡Qué añoranza de esas mesas de pueblo con tortilla de patatas y un poquito de jamón! En fin, que lo dicho. Se acabó la fiesta y ahora toca recoger los cascos. ¡Que dios (sabe quien) nos pille confesados!
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