Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 27 de noviembre de 2019
Se acerca la época de los regalos y uno que con cierta frecuencia me aparece en el apartado de sugerencias de mis redes sociales es un mapamundi viajero. No entiendo muy bien por qué a mí, que soy más de los de andar por casa, pero la cosa tiene su aquel. El mapamundi en cuestión tiene un color neutro y una superficie rascable que descubre otra de color vibrante, de forma que, puesto en el salón, te va mostrando (a ti y a las visitas, que algo de narcisismo también hay) los rincones del planeta que has picoteado. El otro día según lo veía (el anuncio, que a mí ya digo que me sobraría mucho cartón en el invento), me acordé del chiste ese del bilbaíno que entra en una librería y pide un mapamundi de Bilbao. Y puesto a pensar, y habida cuenta que lo de Bilbao es aquí siempre un referente a imitar, me dije que no estaría mal que a alguien se le ocurriese editar, para regocijo de propios y envidia de vecinos, un “Mapamundi Alavés” en formato rascable. Como buenos alaveses todos tendríamos entonces el loable objetivo de borrar por completo el color neutro y presumir de conocer el territorio. Eso sí, yo propondría que tuviese dos capas rascables. La primera que la rasquen los que cogen el coche, la bici o los palitos y pasan por el mundo, en este caso el nuestro, haciendo un safari de fotos con su móvil. La segunda, la de nivel experto, estaría reservada para quienes se detienen en los sitios, saludan a la gente y entablan conversación, ya sea en el bar, el txoko, la puerta de la casa o el borde de la huerta. Esos son los que, más allá de jactarse o no, pueden presumir de conocer, además del territorio, a la gente que lo habita. Ese sería el objetivo. Porque quizás, si nos conociésemos todos más nos sería muy sencillo esquivar desequilibrios y poder empatizar, que Álava, además de un bonito parque natural, es un hábitat humano.
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