Publicado en Diario de Noticias de Álava el miércoles 14 de octubre de 2020
Llevaba una temporada haciendo una cura de salud mental. La cosa consistía en no ver ni oír espacios presuntamente dedicados a dar información. Tenía tendencia a irritarme con ellos y eso me dificultaba la digestión. El otro día me sentí por fin seguro y rehabilitado. Me senté, como se sientan las flores de loto, y me puse a hacer OMM como un loco. Dibujé rayas sobre la arena de mi pequeño jardín zen. Me puse un rooibos con azahar, valeriana y un poquito de manzana, que dicen que es relajante, y todo presto y dispuesto me senté en el sofá y cogí el mando de la tele. Según iba saltando de teleberris a telediarios pasando por informativos, noticias y otros espacios varios agradecí mis ejercicios previos. En vez de acordarme de la ascendencia de más de uno recordé cuando las personas mayores decían aquello de “vamos a oír el parte”. ¡Qué atinado!
Parte define hoy mejor que nunca el soporte en que creemos informarnos. Nos tragamos como entera y verdadera la parte de la realidad que nos cuentan desde una parte que, puesta a partir, se queda, como bien es sabido, con lo que para ella es la mejor parte.
Se me podrá decir que la prensa escrita también reparte. Pero leer el, o mejor aún, los periódicos es un arte. Ya sea con café y pantuflas, ya con caña y tortilla, requiere de algo que estos diarios hablados desconocen: el tiempo sin prisa. Y sin eso es difícil pensar, digerir, reflexionar y hasta dudar y comparar. Sin tiempo vivimos de partes diversos por mucha tecnología en que se engasten, y eso a mí me trae aromas rancios de partes guerreros y viejos, de nodos y de consignas, de mentiras disfrazadas de noticias. De aquellos partes sólo recuerdo uno balsámico y esperanzador, el parte médico que citó hace años entre lágrimas un gobernante de orejas grandes y que a veces, viendo perorar a algunos, parece que fue tan falso como otros.
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